Principios éticos: autenticidad y coherencia



El Colegio entiende como primordial objetivo de la educación la consecución del hábito espontáneo de una conducta rigurosamente ética, tanto si ello constituye la consecuencia de una fe religiosa vivida con la autenticidad de un compromiso vital, como si se deriva de principios puramente filosóficos y relacionados con la consciencia de nuestra calidad de hombres.
En uno u otro caso, tales principios éticos incluyen el amor y el respeto por los demás y, especialmente, por los más débiles, la generosidad, el amor a la verdad y a la justicia y el afán eficiente y crítico por la consecución de la mayor perfección posible en cualquier aspecto de nuestra conducta.
Aceptados estos principios como objetivo esencial al Ideario, el Colegio no es excluyente de ningún tipo de creencia religiosa entre sus alumnos, ni establece discriminación o preferencias en razón de ningún tipo de adscripción ideológica, procedencia social, nacional o étnica.
Creemos, por el contrario, que una preparación adecuada de nuestros hijos para el mundo que les tocará vivir -con fronteras y patrias cada vez más anchas, sistemas de trabajo multinacional, etc.– implica necesariamente el desarrollo de un espíritu liberal y exento de toda forma de fanatismo excluyente, precisamente como consecuencia del vigor de la conciencia ética que debe regir la conducta personal.
Un principio ético fundamental es el de la autenticidad y la coherencia. En ese sentido, por ejemplo, la formación religiosa de los alumnos cuyos padres optan por la inscripción en el área de religión católica (una amplia mayoría en nuestro Colegio), es confiada a un profesor designado por la Diócesis.


Los padres solemos sentirnos inseguros ante un sistema de educación en libertad, por más que se trate, como en el caso de nuestro Colegio, de un proceso seguido con atención continua por los tutores, por más que encontremos deseable “en teoría” el hecho de que la opción por la conducta moral en cada ocasión proceda de una decisión libre y espontánea de nuestros hijos.
En contrapartida, los sistemas rígidos de premios y castigos sólo preparan para un mundo en que el sistema de castigos domine la sociedad. Nuestros hijos vivirán en el seno de una sociedad mucho más permisiva que la nuestra y en la que, en consecuencia, lo moral de la conducta deberá basarse, más aún, en la coherencia con una conciencia individual, clara y profunda, desarrollada en el ejercicio de la libertad de opción que nace de la plenitud de nuestra naturaleza humana.
En el hombre, animal-racional, la animalidad es un hecho dado: la racionalidad (la lucidez y la coherencia, la consciencia del otro-yo que son los demás, el afán de perfección, etc.) es, en cambio, un quehacer, una tarea permanente.
No se es libre para ser “cualquier cosa”: se es más libre en la medida en que llegamos a ser más genuina y específicamente hombres.
Como dice el lema sobre el escudo de nuestro Colegio: ESSENTIAE FIDELITAS LIBERTATIS FONS (“La fidelidad a la propia esencia es la fuente de la libertad”).
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